Nos conocimos en la distancia, con un amor fuerte pero separados por un país entero. Sabiendo que la situación no sería nada fácil, decidimos afrontar esta aventura por díficil que se presentara la situación.
Paso a paso, risa tras risa y llanto tras llanto, logramos vivir mil y una situaciones juntos, culminando nuestro periplo en nuestra propia casa, acompañados de dos graciosos gatitos.
Pero la aventura sigue, y volvimos de nuestro viaje a París comprometidos y con una nueva meta por delante: casarnos. La torre Eiffel fue testigo de la pedida de mano, la cual se ha convertido para nosotros en un signo de nuestro amor eterno.